Este fin de semana, mis amados progenitores se han dedicado a la jardinería. A la jardinería de salón podríamos llamar, porque dos jardineras y tres tiestos, no creo que sea para llamarlo jardín, pero si ellos se divierten...

El caso es que se pusieron a pasar unas plantas de unos tiestos a unas jardineras. Hasta aquí muy sencillo. Pero hay que contar con la inestimable ayuda de mi aitatxu.

Veamos. Él fue a comprar la tierra, y volvió como una mula. Eso lo hizo bien.

Paso dos, vaciar la jardinera número uno, que tenía, además de tierra, el cadáver de las plantas que había antes. ¡Prueba su-perada! Apenas un poco de polvillo por el suelo.

Mi amatxu la volvió a llenar con tierra y plantas nuevas. Bien. 50% del trabajo, hecho.

Jardinera 2. También con cadáveres y tierra vieja, que ¡Oh, hados del destino! Termina en mitad de la cocina. Bueno. No pasa nada. Era difícil. Y un accidente lo tiene cualquiera.

Procedemos al relleno por parte de amatxu. Mi aita, siempre deseoso de ayudar (según declaraciones propias, no contrastadas por ninguna otra fuente), sujeta el saco de tierra, para que ama la coja más fácilmente. En esto, un geranio es descubierto, y se constata que se había escaqueado de la poda. Craso error que el siempre diligente cabeza de familia procede a subsanar. Y... ¡Oh, hados del destino! Su brazo izquierdo tropieza inocentemente con el saco de tierra casi lleno, que pierde su verticalidad y... ¡Penaltiiii! Toda la tierra, o casi, por los suelos. Media cocina hecha un desastre y tarjeta roja para mi padre, que debe abandonar la cocina inmediatamente.

A todo esto, yo echándome unas risas desde el quicio de la puerta ;-))

Si es que no hay nada como la animación infantil desde la mañana, y además sin salir de casa.

Oier ¶